Novela Technotitlan: Año Cero (segunda parte)

Esta es la SEGUNDA parte de la novela de Technotitlan: Año Cero. Consta de 10 capítulos. Después de acabar esta SEGUNDA parte, favor de recordar que son cuatro partes. Se publicó en Internet por primera vez en 1998. Se publicó impresa en edición de autor en 1999. Aquí está de nuevo.

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Aquí hay cine, rock, tv, historia, ciencia, temas de tendencias, comentarios de noticias, y mil cosas más que se me irán ocurriendo... Por otra parte hay más blogs, tengo uno de cuentos, otro es sobre las crónicas de nuestras guerras secretas, Además el de mis novelas, esos están allá a la derecha. Sean bienvenidos...

Monday, October 30, 2006

14. Catherine

Ella se llamaba Catherine Tay Swee Kian, era hermosa, y estaba en el departamento de prensa de la delegación de Singapur en los Juegos Olímpicos de Berlín del año 2016. Verano boreal y Olimpiadas.
De alguna manera sincronizaron sus agendas y sólo fue la suerte que ambos, Poincaré y Michael, consiguieran boletos de avión para estar allá.
El interés de cada cual difería: uno, más orientado hacia el futuro, quería ver los avances técnicos que siempre escogían aparecer durante las Olimpiadas; y el otro, más orientado hacia el pasado, quería conocer Berlín, modernidad e historia.
Cada quién encontró lo que quería y más. El metatécnico aprovechó y por fin concretó realizar sus exámenes que lo acreditarían como lo que él buscaba ser desde su adolescencia: técnico aceptado en la comunidad de tecnología de más alta alcurnia en el planeta, la MSF, Metatécniques sans Frontiers, una asociación mundial autorregulada con sede en Berna, Suiza, en la que se ejercía el irrestricto y libre intercambio de ideas sobre tecnología sin importar nacionalidad, intereses particulares, y ni siquiera, el actual elusivo concepto de seguridad nacional. Y aún si bien su grado era de junior y faltándole más de diez años para ascender a senior, eso le bastaba para ir escalando en esa comunidad.
Poincaré no podía estar más feliz.
Michael también entendió a su manera ese sentimiento de felicidad a partir del segundo día de su estancia, cuando conoció a tres chicas en las filas de comida rápida. De inmediato se adaptó, charlaron y bromearon. Al joven profesor e investigador le llamó la atención de manera particular una belleza morena y de rasgos marcados que evidenciaban mezcla de razas, rasgos orientales y quizá polinésicos, de nombre Elizabeth. Los cuatro quedaron de verse al día siguiente en el mismo lugar.
Pero algo pasó y sólo acudió una de ellas. Se llamaba Catherine y sonreía de manera muy atractiva y contagiosa, cabello liso, piernas largas, rostro agradable. En media hora, Michael olvidó a Elizabeth y a su otra amiga. Catherine se volvió su centro de atracción. Pasearon por la Berlin Alexanderplatz, por el lugar donde estuvo el Reichstag, por Postdamer Platz, la Friedrichstrasse, y por la reconstrucción conmemorativa de los cien metros del viejo Muro.
Las continuas actividades de ambos no impidieron una convivencia más estrecha e intensa. El resultado comenzó a notarse cuando las finales de cada deporte fueron llegando una a una en sucesión.
Al faltar pocos días para la clausura, Michael aceptó lo inevitable: se separaría de Catherine. Pero él tenía la esperanza de los ingenuos. Las distancias no eran problema y él creía saber de la calma y paz que se vivía en el país de Catherine. Mas después comprobó que no sabía lo suficiente.
Ella fue la que le confiara la triste verdad que le dijera a su vez uno de sus superiores: En realidad, todo, la participación de Singapur en las Olimpiadas, la delegación deportiva, comitiva y demás, eran sólo instrumentos de relaciones públicas internacionales.
Quizás esta Olimpiada, le había dicho su superior, era la última salida de deportistas de su país al exterior. Catherine, a su vez, le contó a Michael que su país era maravilloso, pero por razones que ella no alcanzaba a comprender del todo, era necesario para la sobrevivencia nacional cerrar sus fronteras.
Michael no alcanzó a entenderlo tampoco. Se apresuró a tratar de asimilar la situación y desde su tablenet, su carpeta-terminal inalámbrica, comenzó a investigar dentro de la Matriz una necesaria opinión imparcial acerca de Singapur. Y lo que encontró fue:

…Ciudad-Estado muy poderoso, habiendo enseñoreado de manera imponente, desde los últimos quince años, el marco comercial de la Nueva Esfera de Co-Prosperidad del Pacífico.
Pero si lo que se es considerado comercial se hubiera traducido a cañones, bombas y balas, el saldo sería desastroso: Filipinas, Japón, Hong Kong, China Continental, Taiwán, todos se las están viendo negras. La superioridad militar de Singapur comparada en la zona, también hoy por hoy, per cápita, es impresionante.
Myanmar, Laos, la antigua Camboya, la otrora orgullosa Vietnam, azote de los estadounidenses, todos han caído en todo o en parte víctimas del dominio comercial y agresivo de Singapur.
El León de Oro ruge, y ruge fuerte.
Pero el saberse la Gran Potencia Emergente no ha sido suficiente, los gobernantes de ese país tienen más ideas, algunas tal vez absurdas para los globalizados cosmopolitas de hoy en día.
Se está dando un sentimiento de pureza que recorre la tierra de los singapureños. La gran ciudad-Estado no hace mucho comenzó una serie de medidas dirigidas al principio a simples cuestiones de higiene pública que, luego de ser forzadas por el gobierno en la parte policial primero y en el aspecto militar después, ahora han llegado a niveles inquietantes. Al principio con los enfermos incurables; luego, con los enfermos que se podían considerar infecciosos. Existen reportes alarmantes sobre algunas cantidades indeterminadas de personas que han sido incluso trasladadas a lugares de «prevención» y a «campos», y, en la tradición nazi más elocuente, muchos no contestan las cartas de los familiares.
Por el momento se sabe que han empezado las denuncias, de manera paralela, han sido expulsados representantes de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja Internacionales.
Se han cruzado protestas diplomáticas, éstas han sido contestadas de manera insolente hasta con expulsiones de representantes de menor a mayor nivel.
Los países agraviados de estas escaramuzas, en un claro y grave conflicto de intereses de alguna manera humillante, no han podido, o no han querido, contestar de la misma manera. Tal es el alcance de los intereses de Singapur en sus respectivos países...


Mientras más leía Michael, más empezaba a considerar el pedir asilo para ella. Catherine le dijo que eso era imposible. Sus padres no le preocupaban. Tampoco sus familiares ni sus amigos… a fin de cuentas sabía que se podrían cuidar. Pero para ella lo importante eran sus principios. Lo que tuviera que hacer lo haría allá adentro, en su país, no afuera, en la seguridad más cómoda del exiliado. Tenía que lograr el cambio con su gente. Eso es lo que le importaba.
Michael entendió en ese momento, en la mirada de Catherine, una rebeldía que en forma de luz interior brillaba con intensidad. Michael comprendió que tenía ante sí a un ser muy diferente y especial.
Después, en su soledad, se lamentó del cómo pudo haber sido tan tonto en permitir enamorarse. Por supuesto, su amigo Poincaré también se lo recordó de manera despiadada.
Faltaban dos días para la partida cuando se encontró con Catherine, e hicieron el amor de una manera intensa, casi desesperada.
Estando abrazados uno con el otro, ya descansando, él le preguntó, en un tono apacible, si lo que habían convivido significaba para ella algo de manera real, o si todo no fue para ambos nada más que una aventura o emoción pasajera.
Ella le tomó de las manos, y mirándolo a los ojos le dijo que no sólo él sería el hombre de su vida sino que además, nunca lo olvidaría y que tenía la esperanza de que cuando la situación se arreglara ella volvería a él.
Al día siguiente, él volvió a buscarla a su lugar de estancia de la delegación de Singapur, en la Villa Olímpica, pero no lo dejaron pasar. Sólo le avisaron que Catherine Tay Swee había adelantado su salida y retirado el mismo día anterior. Al llegar a su hotel, Michael encontró una nota.
La leyó con pena:

Querido Michael:
Pensé mucho en tus ofertas de quedarme pero no puedo hacerlo, te lo he dicho, sería huir. Yo ya tengo mi karma y éste es muy sencillo: debo ayudar a mi gente.
Lo que más voy a odiar en mi vida es haberte conocido, pero no por las razones que pudieras pensar. Reconozco que me abriste los ojos en una manera celestial. He estado ciega y no lo sabía hasta que te conocí.
Me voy, te dejo, tú te vas a tu país, y yo al mío. Hoy he vuelto a estar ciega y me duele. Lloro, pero no por fuera, no puedo concederles a mis superiores nada de debilidad externa. Pero fui débil contigo y créeme, lo adoré en cada momento.
Aquí estoy de nuevo en la oscuridad, pero no te pongas triste, no lamentes nada, el haber visto por primera vez la luz, las rosas, el cielo azul, el arco iris y a ti, Michael, eso ha hecho valer mi vida.
El arco iris, Michael…

Te amaré siempre,
Catherine

A su llegada a Technotitlan, Michael se sintió desolado por un largo tiempo. Trató de averiguar el paradero de Catherine con la embajada de manera sencilla y aparentando no mostrar mucho interés sin querer llamar la atención. No tuvo suerte debido a las nuevas regulaciones de parte de las autoridades de Singapur en las que empezaban de forma sistemática a negarse a proporcionar información de ese tipo a extranjeros.
Michael comenzó a movilizarse. Por sugerencia de Poincaré buscó si a través de la Matriz hubiese posibilidad de comunicación, pero por los cauces habituales todo fue en vano. De cualquier modo, Poincaré diseñó el canal comunicante a prueba de intromisiones por si acaso, pero por no tener la dirección exacta de dónde encontrar a Catherine, todo resultó infructuoso. Era como si se estuviera frente a una playa y, de entre toda la arena, querer localizar un guijarrito preciso.
La Matriz, además, no tenía todo su alcance y poder normal en Singapur, situación inaudita en cualquier nación y más en una tan infotizada como éste, ya que las autoridades habían encontrado el modo de interferir en las comunicaciones de entrada y salida. Ellos alegaban que estaba dentro de sus derechos. Todo era revisado y todo era censurado. Sólo era permitido lo estrictamente necesario y de origen comercial, que, dada la procedencia, no estaba tan monitoreado por las autoridades.
Aquí intervino el destino.
—Mich… ¿me oyes?
Mientras caminaba por el salón la voz electrónica de Poincaré lo despertó del ensimismamiento con cierta alarma y sorpresa.
—¿Sí, qué pasa?
—Oye, Mich… tengo un problemita por aquí… me voy a tardar otro rato, no más de diez minutos, estáte atento, please, no te me duermas…
—Enterado.
La mente de Michael vagó ahora hasta aquel día en que él y Sri Sol se encontraban platicando en su café favorito una mañana. La eterna y etérea presencia de Catherine era aplastante para Sol, como compañera adscrita al círculo interior de amistades de Michael, y ella quiso saber, de parte de él mismo, lo que existió, o existía, entre ambos.
Sol, ante un jugo de naranja real, lo empezó a cuestionar:
—Se me hace difícil de creer que después de lo de Berlín ya no tuvieras más contacto con ella…
Michael, percibiendo el tono de apremio casi agresivo de parte de su amiga, decidió contestar con sinceridad y honestidad hasta donde se pudiera.
—Sí tuve un mínimo contacto con ella, pero mejor deja que te cuente la historia, al final tú decides que pensar… Catherine… Cathy, desde que volvió de Berlín empezó a trabajar en las áreas de las oficinas de Monitoreo dentro del Ministerio de Comunicaciones de Singapur. Sus propios padres le consiguieron el puesto para vigilarla más. Ellos por su lado ya la tenían catalogada como rebelde y difícil de manejar. Imagínate: la habían cuidado para llegar a ser esposa fiel de algún dirigente de su país. Sabían y creían, no sé, que Singapur estaba destinado a realizar grandes hazañas en el mundo y quizá querían que su única hija estuviera ahí, en el momento en que las recompensas quedaran entre ellos, entre los fieles desde el principio.
—¿Y ella cooperó?
—No… Cathy los engañó… ella supo aprovechar la oportunidad y aparentó cambiar de manera radical de conducta cuando se enteró en qué puesto iba a trabajar. Se portó sumisa y considerada con sus ahora aliviados padres. De inmediato que ella tomó posesión del puesto vio la oportunidad para dejar salir y entrar mensajes para el tenue movimiento de oposición y resistencia de su país. Sus padres, por supuesto, ni lo sospecharon.
Michael calló por un segundo. Sol lo veía con cara de interés. Continuó:
—Me platicó que estaba en eso en la sección de Monitoreo cuando vio un mensaje dirigido hacia Technotitlan, Nuevo D.F., México, donde, por supuesto, sabía que vivía yo. Los mensajes tenían el sello de su Ministerio de Relaciones Culturales, Dirección de Ideología. Ella sabía que el gobierno de Singapur estaba impartiendo asesorías de muchos tipos a varios países, la comercial, la aduanera, la de logística, pero ¿de ideología? Y eso fue la que le llamó la atención a Catherine. Después me dijo que se propuso examinar los mensajes y, en caso de que la descubrieran, pensaba decir que eso era una tarea que estaba dentro de sus funciones, aún y cuando el contenido era diplomático. De hecho, no tardó mucho en descubrir, por ejemplo, un mensaje con algunos de los lineamientos de las propuestas de ideología del gobierno de Singapur que serían examinadas por parte del gobierno mexicano…
—¿Qué decían las propuestas? ¿Eran importantes?
—Cathy no me explicó mucho… estaban la mayoría en español y ella no conoce mucho del idioma, algunas anotaciones estaban en inglés, y éstas sólo mencionaban algo relativo al porqué algunas propuestas estaban funcionando en su país. No explicaba qué propuestas… En general no me acuerdo de que se trataban pero decían, según Catherine, algo cómo: «…Que ningún adelanto tangible puede haber en un país si no existe un control extremo y dedicado sobre sus ciudadanos. Por ejemplo: a los ciudadanos se les debe de tener controlados, bien alimentados, se les tiene que decir por quién votar y en qué proporción. Los puntos respecto a guardar apariencias se deberán de llevar a cabo porque el mundo civilizado en general no ve con buenos ojos que no se tome en cuenta a la población…».
Michael hizo una pausa y continuó:
—Haz de cuenta instrucciones tipo El Príncipe de Maquiavelo, versión moderna y revisada… Para esto, todo lo anterior ya era conocido por Catherine, ella veía la correspondencia de mensajes entre altas esferas hacia alguno que otro gobierno simpatizante. Pero esos eran gobiernos que solicitaban ayuda y eso era común y ella ya lo sabía. Pero lo que no alcanzaba a entender era qué estaba haciendo el gobierno de México con ellos... ella se hacía preguntas del tipo de «¿no era México un país con una democracia en consolidación, sobre todo en los últimos años, en los que el autoritarismo gubernamental era cada vez menor?». Catherine sabía que yo estaba más que convencido de que la situación había mejorado mucho en mi país. No sólo eso, sino que el tema político por excelencia entre nosotros no era tanto México, sino que muchas más de las veces era Singapur…
Sol se mostraba más interesada.
—¿Ya podía comunicarse contigo con cierta frecuencia?
—Creo que ella entendió que si era capaz de leer los mensajes diplomáticos y comerciales para verificarlos, ¿por qué no crear uno en forma expresa para poder tener comunicación conmigo? Se lo comentó a un amigo muy cercano y éste le recomendó que de preferencia usara un tercer país, para confundir a los censores. Los mensajes irían disfrazados en forma anónima y se depositarían en un lugar para contactos anónimos. Yo los recogería de ahí y le dejaría los míos…
Michael tomaba pequeños sorbos de su café. Sol quería indagar más.
—¿Y luego?
—Bueno… Lo primero que me dijo Cathy después de los saludos normales de reencuentro, fue del envío extraño de correspondencia entre la Dirección de Ideología: habló de un paquete conteniendo discos y papeles, situación más que inusual, ya que todo lo que es información, imágenes, texto y demás formatos se transmiten a través de PLAANET. Lo interesante para ella fue quien lo mandaba, un tal John Lu. Este señor, según Cathy, es un personaje muy importante y conocido al que se le ha visto mezclado con ciertas «maniobras políticas delicadas». Su razonamiento fue que «algo extraño ha de estar pasando en alguna dependencia del gobierno de tu país para que John Lu esté en contacto con ellos». Yo sólo le dije que nada sabía pero que estaría al pendiente. Pero después no supe mucho más…
Michael suspiró.
Ella le apresuró más a continuar.
—Dime más…
Él continuó, con cierta renuencia.
—También fui enterado por Cathy del alcance de sus actividades «extras» dentro de Singapur, y quedé, creéme, espantado por el tono de activismo y digamos, casi insurgencia, y que ella tomaba conforme me lo decía.
Michael cerró los ojos. Inspiró con fuerza y continuó:
—Pasados unos pocos meses más, Cathy me informó con todo su pesar y con lágrimas que tendría que dejar el puesto, que su papá había caído en desgracia y que sólo las relaciones de su madre con gente importante impidieron que éste no fuera relegado a uno de los «campos educacionales». Ella, Catherine Tay Swee, por lo mismo, ya no era tan útil para el Estado y la trasladarían a otro puesto mucho más vigilado y de alcance menor.
»Pero el contacto no sería interrumpido del todo, sólo que ahora sería más espaciado. De cualquier manera el profile que agregó Poincaré adaptando su vaso comunicante, levantaba una total privacidad en su contacto con la Matriz y su alrededor, desde cualquier lugar, era invulnerable, y a prueba de los más expertos fisgones» del gobierno de Singapur, de cualquier otro, es más… Me lo había dicho el mismo Poincaré. Eso la tranquilizó… y a mí también.
»Me dijo que no me preocupara, que era ella la que necesitaba animarse… agregó que tenía la esperanza de que todo lo turbio pasaría pronto y que como la historia era cíclica, sólo era cuestión de tiempo para que su Gobierno se retractara… que se volvería a abrir en cuanto una corriente democrática tomara posiciones e hiciera sentir su voz…
»Pero yo no la sentía ya tan convencida… Y, bueno, así fue. Contactos esporádicos, sólo eso. Saludos, buenos deseos, detalles así…
—¿Y nada más?
—Nada más, lo juro.
Michael pensó que, por supuesto, Sri Sol lo dudaba. También estaba de acuerdo que la oportuna aparición de Sol en su vida le estuvo ayudando a sobreponerse a las múltiples tentaciones habidas en la PoliU.
Y curiosamente la entrada de Sol lo ayudó a cuidar, por así decirlo, la memoria de Catherine.
Sri Sol Penélope Aruni: un nombre tan extraño como encantadora era ella, de sólo dieciocho años. Había sido una de tantas alumnas y alumnos que se quedaban a preguntarle dudas de la materia y demás. Pero Sol empezó a platicar cada vez más con él. Comenzó pidiéndole opiniones a Michael de sus propias asuntos, de su vida sentimental y de su vida familiar. Ambas tenían la complicación normal de esas edades. Con todas las confusiones y sorpresas cotidianas de la vida diaria, Sri Sol, llámenla Sol, y Michael, empezaron a ser amigos muy pronto. Las simpatías de ambos se mezclaron e hicieron costumbre el salir juntos a numerosas partes. Pero la relación no llegaba a madurar por más que ambos se esforzaban, y ni Michael ni Sol sabían si lograrían hacerlo algún día.
De no ser por la existencia de Catherine, quién sabe que hubiera pasado.
Michael se quedó evocando las delicias.

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